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Más que un Festival, El Petronio Álvarez es una melodía de vida

petronio mayo 6, 2018 0 comments

La muerte lo miró a los ojos. Y en vez de llevárselo a las sombras del infierno, lo metió en el mundo iluminado de la música, donde hoy -a sus 21 años- sabe construir instrumentos, tocar marimba, bombo, cununo y guasá, cantar, bailar y hasta componer.

Ese renacer al mundo de los buenos lo vivió un domingo al caer la tarde en el barrio Piedras Cantan, de Buenaventura, justo en la frontera donde una calle (mitad pavimentada, mitad empedrada) es la línea divisoria entre el bien el mal: los que se van pa´llá… caen en las casas de pique; pero los que se vienen pa’cá… acarician la gloria de las notas musicales. 

Él prefirió lo último. Llevaba cinco años en tropeles y pandillas, hasta que aquel domingo estallaron en sus oídos cinco impactos de pistola 9 milímetros. Se frunció, quedó inmóvil. Sintió que eran para él. Pero no. A su lado, vio a Johan -su pana- que desde el suelo lo miraba como implorándole que detuviera el tiempo. Ya era tarde.

Se escondió un buen rato. Sabía que la ley del silencio lo mantendría vivo. Y al recuperarse del impacto, su vida cambió. Se pasó para el lado bueno de la frontera, aquel lado donde 150 niños y jóvenes del puerto no sabían que era un arma, un corrinche o un tropel, pues mantenían ocupados escuchando los consejos y aprendiendo las enseñanzas de Baudilio Cuama, un viejo inarrugable que atraía con la magia de la marimba.

“Maestro… soy Franklyn Rodallega, un muchacho humilde nacido en La Concepción río Naya, que viene de familia de músicos. Siento que la música y el arte están en mí. Mi amigo Felix Ramos me ha enseñado a tocar marimba africana, pero quiero que Usted sea mi guía” le dijo a Baudilio agachando la cabeza.

Con la sonrisa que mantiene a flor de labio y con los brazos abiertos que mantiene extendidos para todos, el maestro lo abrazó, le dio un par de palmadas en la espalda y le dijo: “mijo, agarre ese tambor. Esta es su casa”.

Ahora Franklyn es un referente, un líder y un ejemplo de vida en la Escuela Taller de Baudilio Cuama. Fabrica los instrumentos, perfeccionó sus toques de marimba, tambora, cununo y guasá; experimentó el baile y comenzó a bailar jota chocoana, currulao, juga y bunde, montó coreografía de danzas con nombres propios como el patacoré, el bambuco viejo y la nueva era del currulao y también es vocalista del grupo Sabor Acá. 

Su nuevo pana es José David Angulo, un morocho de su misma edad que llegó donde el maestro a través del curso que éste abrió en su Escuela Taller para enseñar a los jóvenes a construir instrumentos folclóricos del Pacífico. 

“Recuerdo que al entrar me quedé pasmado. Yo nunca había estado en medio de tantos instrumentos musicales. Quería aprender a hacerlos ya, pero Baudilio me sentó para que supiera primero la parte teórica. Aprendí sobre las maderas que se utilizan, los secretos de la palma de chonta, la guadua verde, la piel de tatabro, de tigre y de chivo, aprendí a pulir el instrumento con el afinador y estoy tratando de afinar a oído. Ya sé templar y tocar instrumentos, me volví experto en darle al bombo y ya ni me acuerdo que estuve en pandillas porque uno pasa todo el día en el taller”, dice David.

Son jóvenes que no solo se entretienen y aprenden, sino que sobreviven de su arte vendiendo los instrumentos que fabrican, cobrando los toques que hacen, enseñando a quienes se lo solicitan y construyendo un proyecto de vida que los ha de llevar muy lejos. 

Baudilio, con los ojos llorosos, se frota las manos y repite una y otra vez que se siente realizado porque han sido muchos los jóvenes que él le ha arrebatado a la violencia con su música. “Aunque esta labor de recuperar jóvenes algunos la ven como una amenaza, yo seguiré haciéndola hasta que me muera. Ya me ha costado la vida de dos de mis hijos, pero estoy dispuesto a entregar la mía si ello hace que en Buenaventura y en el Pacífico los niños y jóvenes dejen las armas y conserven las tradiciones”, reafirma golpeando con su puño una tableta de chonta.

Sin embargo hay algo que a Baudilio le hincha más el pecho: sus nietos, sobrinos pequeños y vecinos gateadores, no ven la hora de salir del jardín o de la escuela para ir a fabricar, tocar y afinar instrumentos en su taller.

Su nieto, David Fernando Rentería, tiene 6 años y ya toca de todo. “Mi abuelo es el mejor del mundo y él me enseña lo que sabe. Me dice que coja los tacos y golpee la marimba con ritmo. Estoy aprendiendo a afinar los instrumentos con la mente y con el oído, pues cuando las oigo desafinadas las cuadro con un palito”.

Darío Campaz es un vecinito que nació en el barrio Piedras Cantan. Tiene 12 años, toca cununo  bombo y marimba y hace siete años llegó donde Baudilio atraído por la música que escuchaba salir de la casa del maestro.

“Yo mantenía para todo lado arrastrando un bombo de madera y le dije a Baudilio que me enseñara a tocarlo bien. Entonces tenía cinco añitos. Me pasó un cununo y me dijo que le diera a los cueros duro, con el alma. Aprendí tan bien, que cuando tenía 10 años me subieron a una tarima en Quibdó. Y algo que también he aprendido, es que tenemos que estar alejados de los vicios”, dice Darío.

Y como si fuera un propósito de vida, todos los alumnos de Baudilio -niños y jóvenes- tienen la meta de participar algún en un Festival Petronio Álvarez, el mismo que en esta versión número 22 a realizarse en Cali del 15 al 20 de agosto le brindará un homenaje al gran Baudilio Cuama por ser un baluarte de la música del Pacífico que ha preservado la tradición ancestral oral y musical, con un legado no solo artístico y cultural, sino social, al vendar con su conocimiento los ojos de la muerte.

William López Arango.

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